Los recolectores de castañas, los salvabosques de la amazonía boliviana

Los recolectores de castañas, los salvabosques de la amazonía boliviana

Lavado en sudor y con los mosquitos asediándolo, Jorge Lengua va recogiendo del suelo los cocos ennegrecidos de los que extrae la nuez amazónica. Junto a un ejército de recolectores, sacan provecho a los bosques sin talar un solo árbol.
En 2020 Bolivia llegó a ser el principal exportador mundial de nuez de Brasil o castaña en cáscara, según la ONG Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE).
Entre diciembre y marzo, Lengua, un campesino de 56 años se interna en una reserva indígena en busca de las semillas de Bertholletia excelsa, un árbol nativo de Sudamérica que puede alcanzar los 60 metros de altura y vivir hasta 1.000 años
El bosque está a unos kilómetros de su casa en Luz de América, un poblado del departamento de Pando, en el norte de Bolivia, cerca de la frontera con Perú y Brasil.
«La vida del castañero es un poco arriesgada. (…) El monte es tupido, hay víboras, insectos como la buna (hormiga bala), alacranes y ciempiés», explica.
Para evitar las picaduras, Lengua emplea una caña que funciona como una suerte de pinza. Además de los animales, el viento o la lluvia lanzan los cocos sobre la cabeza de los recolectores.
Lengua va y viene del bosque llenando y vaciando bolsas con semillas junto a su hijo Jorge, de 25 años. Hasta 80.000 familias indígenas participan en la cosecha de la castaña, según Luis Larrea, coordinador de la Asociación Boliviana para la Investigación y Conservación de Ecosistemas Andino-Amazónico.
Y aunque su producción representa apenas el 1 o 2% del PIB boliviano, lo más importante es su impacto ambiental, con la «conservación de 87.000 km2 de bosque, el 7% de la superficie que tiene el país de bosques», destaca el experto a la AFP.
Con la expansión de la frontera agrícola, que se aceleró a partir de 2006, el «chaqueo» o quema de verde es considerado la mayor amenaza para los bosques bolivianos.
En 2022 Bolivia perdió casi 4,5 millones de hectáreas, un 18% de ellas de bosques, según el Ministerio de Medio Ambiente.
Hombre amazónico
Cerca del mediodía, Lengua y su hijo se sientan bajo un enorme árbol para quebrar los cocos con golpes de machete, extraer las nueces cubiertas de una gruesa cáscara marrón y meterlas en sacos. «Esta es la vida del hombre amazónico», dice Jorge, fumando tabaco para espantar a los mosquitos y mascando hojas de coca para «tener más energía».
Padre e hijo cargan con los bultos a la espalda durante unos 500 metros y luego los suben a la motocicleta que los llevará de regreso a Luz de América, donde un intermediario o la exportadora les comprarán las nueces. Por cada saco de 70 kilos los recolectores reciben el equivalente de 40 dólares.
Sin embargo, Lengua siente que este no ha sido un buen año por la guerra en Ucrania o la inflación alrededor del mundo que, cree, resintieron el comercio. «Esta castaña va a Europa y no es un bien de primera necesidad, sino un lujo», sostiene.
Además, por causa de la pandemia, se retrasaron los envíos al mercado europeo y a eso se sumó una «sobreproducción» ante una «disminución del consumo» el año pasado, sostiene Mauricio Valdez, administrativo de Tahuamanu, una de las principales empresas que procesan nueces amazónicas en Bolivia.
El año pasado, Países Bajos, con el 35%, Estados Unidos (20%) y Alemania (14%) fueron los principales destinos de las exportaciones de castaña en cáscara, que alcanzaron un total de 250 millones de dólares, según IBCE.
Agencia AFP

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